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sábado, 10 de septiembre de 2016

Recomenzar.



Hola de nuevo, poca gente que me lee.

A casi un año de haberme "ausentado" antes de siquiera poder "despegar", regreso a publicar aquí el cúmulo de ideas (espero poder plasmarlas todas) que llevo por dentro.

Me encuentro en una etapa en la que, después de tantos vaivenes emocionales, puedo sentirme por fin un poco mejor, después de un luto, de amistades perdidas o de intentos fallidos de comenzar algunas nuevas, de círculos sin cerrar, de conflictos laborales, de tardes de soledad, de depresión, de incomprensión, de presencias temporales o fugaces...

Nada nuevo, para muchos. Todos sufren alguna vez. Aunque pienso que cada cabeza es un mundo. Nadie es igual a nadie. No todos asimilan las cosas con el mismo optimismo o pesimismo que otros. Sin embargo, considero que esas vivencias "intensas", tanto las positivas como las negativas, nos dan forma, nos ayudan a forjar una personalidad, nos ponen a prueba, nos hacen replantearnos bastantes ideas... En fin, nos hacen cambiar de algún modo.

Quiero ir por un camino en el que pueda aprovechar cada momento. Uno que yo mismo vaya labrando y en el que, cuando se presenten obstáculos, pueda hacer de ellos una oportunidad. Suena complicado. He oído decir que es una de las máximas de la vida. Pero en este mundo entregado al caos, o encuentras una forma para equilibrarte o te dejas absorber por el ambiente desordenado. Prefiero lo primero y ya he estado trabajando en ello.

He descubierto que es verdad eso de que la felicidad se encuentra en las cosas sencillas de la vida: una buena lectura, la comida que te gusta, la compañía de las personas, los ratos con las mascotas, las canciones que te generan emociones... Si bien es cierto que no TODA la felicidad radica ahí, gran parte de ésta se encuentra "dispersa" en esos detalles, como si llegara en pequeñas dosis, mismos que te encaminan hacia algo que podría yo llamar la felicidad completa. No creo que esta última sea alcanzable al 100 %, pero tengo la creencia de que el camino es lo "disfrutable": en algún momento miraremos hacia atrás y veremos que hay una buena historia, una buena vida. Y con eso será suficiente (espero).

Y ahora, tengo un libro por leer.

lunes, 14 de septiembre de 2015

Un cuento llamado "Independencia".



En un cercano lugar, habitaban diferentes grupos de personas dedicadas al trabajo y a la adoración de sus dioses. Practicaban la agricultura y la ganadería. Algunos de ellos intercambiaban productos. Sus costumbres y tradiciones se habían transmitido de generación en generación y así continuaban. A pesar de algunos conflictos entre ciertos grupos, la vida en general era buena y no necesitaban demasiado para poder vivir bien. En cada grupo, cada integrante desempeñaba una importante labor de acuerdo a su edad y sexo.
 
Hubo un día, en que llegaron extranjeros a sus tierras. En esa enferma ansiedad del hombre por expandir su territorio y sus riquezas, los extranjeros saquearon el lugar, mataron, explotaron... Todo en nombre de "Dios" y de "Su Majestad".
 
Muchos años después, las generaciones descendientes de los nativos, así como los esclavos traídos de otras tierras y los descendientes de las razas producto de las uniones entre ellos, aún seguían sufriendo la opresión de un sistema impuesto, nunca aceptado, nunca buscado.

Todos los nacidos en el lugar eran considerados inferiores y habían tenido que resignarse a ser vistos de esa forma. No gozaban de los mismos privilegios que los extranjeros y que la "realeza". Muchos habían nacido y perecido bajo ese tipo de vida, sin conocer ninguna otra, sin tener tampoco opción de elegir.

No fue sino hasta mucho tiempo después cuando un pequeño grupo se atrevió a levantarse en contra de ese sistema opresor, apoyado por el pueblo en general. Cada grupo (y cada individuo perteneciente) podría haber tenido intenciones diferentes entre sí (incluso si no las mencionaron abiertamente unos a otros), sin embargo, el fin era común: Derrotar a un gobierno explotador, represivo, abusivo...

A más de 200 años, la realidad que vivimos en este país no es muy distinta. De hecho, nunca lo ha sido. El cuento se ha reciclado con mucha frecuencia. Hemos pasado por muchas etapas de aparente estabilidad social, económica, política, etc., pero nunca ha faltado esa incómoda verdad que sale a la luz: Estamos igual o peor. Nada ha cambiado. Todo es simulación o una imagen que a unos cuantos les conviene que la gente tenga.

Mientras tanto, la sociedad es mutilada día a día. Desde hace décadas, hemos ido perdiendo poco a poco todo eso a lo que de verdad tenemos derecho, por el simple hecho de ser humanos (primero) y ciudadanos de un país que se autodenomina República Democrática, Representativa y Federal (después). Han intentado hacernos creer que estamos mejor que antes, que siempre hemos avanzado, que eso que nos están quitando sólo está siendo sustituido por algo "mejor"... Y es el cuento de nunca acabar en nuestro México. No hay necesidad de seguir enumerando algunos (o muchos) ejemplos.

Lo irónico es que, año tras año, nunca falta el patriótico que hace acto de presencia en el famoso "Grito de Independencia". Uno de los festejos más hipócritas por parte de los que nos gobiernan. Primeramente, porque no se puede festejar un aniversario de algo que en realidad nunca ha existido y cuyos logros no trascienden más allá del papel. Segundo, porque al hacerlo están pisoteando la sangre derramada de aquellos que se sacrificaron en el intento y al pueblo mismo, al que le deben rendir cuentas y no exprimirle más los ya paupérrimos bolsillos.

Esas personas que creen que por asistir a dicho evento no tiene como consecuencia el perjuicio, se equivocan. Su sola presencia hace que al año siguiente, el mismo o diferente individuo de alta hipocresía asome por el balcón presidencial y grite con falsa emotividad: "¡Viva México! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria!", mientras descubren que pueden continuar haciendo de las suyas con la menor de las preocupaciones y el mayor de los descaros.

He escuchado o leído infinidad de veces a personas que dicen que no importa quiénes nos gobiernen, que el cambio está en uno mismo. A mí me parece que tienen razón. Si soy un buen ciudadano, si hago lo correcto, practico los valores, no robo, respeto las leyes de tránsito, hago bien mi trabajo, etc., voy a darle (una pizca de) progreso a mi país. Y, a su vez, estas personas se equivocan. Porque no es suficiente. Ha habido grandes mártires ya no sólo en este país, sino en el mundo, y ambos continúan igual (o peor) que antes.

¿Qué opina este simple mortal? Que, efectivamente, el cambio está en uno mismo, pero como pueblo, como sociedad. Porque así seamos muchísimos, nos afecta de la misma forma el abuso, la corrupción, la explotación, la pobreza... Pero, tal cual lo dije, somos millones contra unos cuantos. Si nos unimos, podemos hacer grandes cambios. Claro, si hacemos lo que nos corresponde, si nosotros mismos no nos corrompemos en esta unión, en este proceso. Si nos quitamos de encima el conformismo, la apatía... Si exigimos lo que nos toca y queremos recuperar nuestra dignidad.

Opino que debemos comenzar ya. Todos juntos. Desde las acciones más pequeñas, hasta las que impacten de forma más drástica.

O por lo menos, comenzar a replanteárnoslo. Por lo pronto, concluyo que nunca ha habido ni hay ahora nada que festejar.

jueves, 27 de agosto de 2015

La vecina de enfrente.

 
 
Siempre me gustó salir en obras de teatro, pero no era bueno. En la secundaria, el profesor de Español me pidió ayudarle con una obra, pero como "auxiliar" (por algo quería que estuviera detrás y no en pleno escenario), lo cual tenía como ventaja el poder apreciarla como espectador el día de la presentación. La obra llevaba por título "La vecina de enfrente" (no recuerdo el nombre del autor) y trataba de lo siguiente: Una madre y su hija se pasaban gran parte del día "espiando" a su vecina para saber qué hacía y sobretodo, qué adquiría. Inmediatamente, acudían con el "señor de la casa", el esposo y padre, para solicitarle les diera lo mismo, no fuera a ser que la vecina y su familia se sintieran superiores. Después de adquirir varios objetos, la hija de la vecina decide ir más lejos, pues se compromete con un cubano, por lo que las protagonistas, para no "quedarse atrás", intentan obligar a su mozo (cubano, casualmente) a casarse con la chica en cuestión, quien solamente tiene 15 años de edad. La obra, como comedia que es, termina con el señor quitándose el cinturón y mencionando a su esposa e hija que su vecino de enfrente les dio una golpiza a su mujer y su hija por "antojadas" y que él no piensa quedarse atrás.
 

Cada situación genera risas, aplausos, que la gente esté de buen humor. No supe quien de los asistentes se llevó a casa una reflexión, pero en ese tiempo, por lo menos yo, no. Muchos años después, analizando varias situaciones actuales (y aún más con la ayuda de las redes sociales), me he dado cuenta de que muchos tendemos a ser así. Estamos buscando "no quedarnos atrás" con respecto al vecino de enfrente... y al de al lado, el de atrás, el de la esquina... el que no es vecino pero conocido, el compadre, el compañero de trabajo, el hermano, el primo, el tío, el hombre que pasa por la calle... ¿Continúo?
 
Nos la pasamos tanto tiempo comparándonos con otros, que se nos olvida vivir. ¿Cuántas veces no nos hemos encontrado con gente, ya sea en persona o por internet, que se la pasa subiendo fotos de su última adquisición "de marca" para obtener la aprobación de los demás? He visto publicaciones un tanto crueles en Facebook: "Suben sus fotos de su nuevo iPhone ___ (inserte aquí el número), pero lo van a pagar a Coppel a 36 meses y le ponen recargas de $ 20". Una burla que me resulta hasta clasista, pero que está llena de razón. Otro tipo de publicaciones hacen referencia a las claras condiciones "pobres" de la vivienda donde la foto fue tomada, a la ropa, al peinado, a las características físicas... a la apariencia en general.

Ante estas situaciones me pregunto: ¿Quiénes están mal? Una respuesta rápida (porque va acorde a mis ideas de "vive y deja vivir") sería que son los que se burlan los que se encuentran en una postura errónea e ignorante. Y sí, así me lo parece. Pero escarbando un poco más profundo, considero que esos consumistas extremos también están mal si es que se cumple la consigna de encajar en un grupo a través de la adquisición de objetos dirigidos a grandes masas. Y, de hecho, por consumismo me refiero no sólo al aspecto material, sino también a la adopción de actitudes, modas y acciones que toman apogeo en determinados lugares y períodos de tiempo. Yo descarto a las personas que consumen algo porque les gusta y se sienten cómodas con ello, independientemente de la imagen que se proyecte ante los demás. Pero, siendo honesto, hay muy poca gente así y hay mucha más de la otra, de la que, dependiendo del contexto y el momento, han sido llamados posers, faroles, simuladores, fakes, pájaros nalgones... Etc.

Bueno, y si mi filosofía es que cada quien haga de su vida un papalote, ¿por qué estoy hablando de esto ahora? Pues porque me parece que alguien que ha tomado el camino de ir simulando o pretendiendo ser lo que no es, enfocándose en las modas materiales o sociales, debe tener una vida bastante vacía, lo cual, lógicamente, resulta dañino a largo plazo. A veces a corto... Y es que una cosa es esforzarte por algo que quieres y otra muy distinta demostrarle a los demás que lo tienes para no sentirte menos.

Me pregunto qué pasaría con la sociedad si en vez de fijarnos en lo que tienen y/o hacen los demás, nos enfocáramos en lo que queremos realizar y vamos por ello. ¿No sería una sociedad más feliz, más centrada, más relajada, menos agresiva, menos falsa? Recordemos que no valemos menos ni más por lo que tenemos o carecemos y que no necesitamos demostrárselo a nadie. Si los demás no valoran quién eres como ser humano, es problema suyo, y no de ti. Así de sencillo.

Piensa que si pretendes tener lo mismo que "la vecina de enfrente", puedes terminar recibiendo una golpiza...

Tú... ¿hasta dónde estás dispuesto a llegar con tal de encajar?

domingo, 26 de julio de 2015

El gay no (siempre) es como lo pintan. PARTE 1.


A una escuela primaria acuden estudiantes de la carrera de odontología para exponer a los niños la forma correcta de tener higiene bucal y regalarles cepillos. Son un pequeño grupo de cuatro: Tres mujeres y un hombre, quienes, a su vez, se dividen en parejas. Los cuatro van, como era de esperarse, vestidos por completo de color blanco. Las chicas, peinadas de manera muy sencilla y la cara prácticamente sin maquillar. En el chico, además del color de la ropa, destaca su delgadez, su peinado sencillo pero sin ningún cabello fuera de su lugar. Lucía bien. Al hablar se le notaban (irónicamente) unos dientes un poco descuidados. Hasta aquí nada parece inusual. Pero al exponer, el muchacho habla de una forma inesperada: su timbre de voz es bastante agudo y podría ser un vivo ejemplo de lo que llamamos "afeminado". Los niños que lo escuchan no le dan la más mínima importancia a este hecho y continúan participando y escuchando como si nada.

Tiempo después, cuando los universitarios se habían retirado, una de las docentes les comenta a otras:

—... Yo sí pensé en decirle: "No, amigo, la riegas. Tan guapo que estás. Lástima que seas un desperdicio"...

Mientras tanto, las demás asienten con la cabeza, algunas con risitas incluidas. Claramente haciendo alusión al chico y a su... ¿homosexualidad?

Y es el punto donde me explota la cabeza. Como sociedad, tenemos muchas telarañas en la mente. Primero que nada, me pregunto: ¿Podemos dar por hecho la sexualidad de alguien sólo por la forma en la que habla?

Recordemos que, si hay algo en este mundo, son las diferencias que tenemos entre unos y otros. Diversidad, pues. Nadie tiene las mismas características físicas, gustos, ideas, etc., que el resto. ¿Podemos entonces colocarle un adjetivo a alguien por una cuestión tan simple? Recuerdo que hace unos 20 años, cuando Enrique Iglesias lanzaba su primer disco, él tenía una imagen bastante simple: El cabello semi-largo y semi-peinado, los jeans que se usaban en esa época, los zapatos que tenían cierta altura (casi plataforma) y su suéter holgado, el cual fue, junto a su emblemático lunar en la cara, una de las características que más lo hicieron sobresalir (en la cuestión de la imagen, aclaro). Las niñas se morían por él, se sabían sus canciones, iban a sus conciertos, compraban las revistas donde salía... Y los chicos... Bueno, ellos decían: "Es joto. Trae las mangas del suéter hasta abajo".

¡¿Perdón?! ¿Se le puede llamar así a alguien por cómo se pone la ropa? Y si en un concierto se dobló y levantó las mangas del suéter, ¿se volvió heterosexual? ¿Y si se las dejaba a la mitad? ¿Y si se quitaba el suéter? Son dos claros ejemplos de que no se puede dar por hecho la sexualidad de alguien por características tan particulares, ni mucho menos por unas tan vanas.

Segundo punto: Vamos a suponer que el chico sí es gay. ¿Se le debe considerar un desperdicio? ¿O sólo los gays feos pueden conseguir pareja? ¿Todos los guapos deben ser heterosexuales? Me pongo a pensar en la pobreza de mente de la docente, porque desde mi perspectiva, ella estaba insinuando que si un hombre no se fija en ella, ese hombre no tiene valor alguno. Quizá lo ideal sería que abriera su mente e investigara. Así se daría cuenta de que un gay puede tener todas las mismas características físicas que un heterosexual, que puede hacer las mismas cosas, hablar y moverse de la misma forma, etc. Es decir, QUE NO ES REQUISITO ser afeminado para ser gay ni ser gay para ser afeminado.

Habría ahora que definir la palabra afeminado, para entrar en contexto. Por lo menos en este país (México), se refiere a un hombre cuya forma de hablar, moverse e, incluso, vestirse van más acordes a lo que se espera de una mujer. Sí, de lo que se espera. Recordemos que masculino y femenino, por lo menos en lo que tiene que ver con acciones e imagen, son construcciones sociales. Por lo cual, un hombre con la voz aguda, uno que se viste de rosa, que trata de cuidar su imagen, que muestra su sensibilidad, etc., puede ser considerado afeminado por más de una persona, pero sabemos que NO es así. Es decir, estas características no van a determinar forzosamente si alguien es gay o no.

Sé muy bien que este tema es muy amplio y que hay muchas opiniones al respecto, así que aquí termina esta primera parte. Próximamente vendrá la continuación (para no hacer más larga esta publicación). ¡Gracias por leer!

lunes, 13 de julio de 2015

De modas efímeras y vegetarianismos falsos.



Una de las situaciones más molestas para mí en este mundo es que la gente se coloque a sí misma ciertas etiquetas con las que no encaja o no tiene relación. Las redes sociales y otros medios de comunicación nos hicieron creer que, con la sola acción de que algo aparezca en ellos, basta para darlo por hecho y considerarlo, incluso, verdad universal.
 
Siendo así, hay enormes cantidades de personas que se suman a ciertas causas o acciones sólo porque lo vieron en Twitter, Facebook, YouTube, La Rosa de Guadalupe... sin tener la noción clara sobre lo que hacen, sin haber investigado o profundizado en el tema. Es decir, es simplemente un intento (vano, por cierto) de pertenecer a "algo", de "no quedarse atrás", de estar in. Ejemplifico: las chicas que se pintaban bigotes en el dedo (que después pasaron a ser colguijes de bigotes) para tomarse fotos, los selfies con "duckface", la adhesión a movimientos ecologistas que "están sonando fuerte" (en el peor de los casos, sólo publicaciones al respecto en sus redes sociales, pero sin nada de acciones), la bandera gay sobre sus fotos de perfil o avatar, los videos del llamado #DontJudgeChallenge (los cuales, cabe destacar, fomentan más el estereotipo de lo "feo" y lo "bello")... Y un amplio etcétera.
 
Quizá cada ejemplo dado (también el no dado) sea digno de tener su propio espacio, pero hoy me voy a enfocar a un tema en particular.
 
Soy vegetariano. Así de sencillo es el nombre y considero que no hay necesidad de ponerle "adornos" como "estricto", "total", "puro" o "100 %". Lo que me parece muy molesto es que cuando la gente se entera, me pregunta, por ejemplo, si tampoco como queso, huevo o carne blanca. Y al responder que no, me dicen: "Entonces eres vegano", a lo que respondo con un casi seco "no, hay una diferencia". Así que quisiera aclarar por aquí los términos utilizados para este tipo de  prácticas, con el objetivo de que, mínimamente, se utilicen de forma adecuada y las personas dejen de ponerse etiquetas que no les corresponden.
 
  • Vegetarianismo: Se refiere a la alimentación consistente en consumir, exclusivamente, productos que no son de origen animal, es decir: cereales, leguminosas, frutas y verduras.
  • Ovovegetarianismo: Además de los grupos de alimentos antes mencionados, el ovovegetariano también consume huevo, pero se abstiene de carnes y lácteos.
  • Lactovegetarianismo: Este tipo de alimentación incluye, además de los alimentos de origen vegetal, el consumo de lácteos de todo tipo (o de alguno en particular, pero lácteos, a fin de cuentas).
  • Ovolactovegetarianismo: Se refiere al tipo de alimentación en la que se consume, como el nombre lo expresa, huevo, lácteos y alimentos de origen vegetal, por lo que, evidentemente, las personas que no consumen ningún tipo de carne pero sí "todo lo demás" entran en esta categoría.
  • Apivegetarianismo: Además de lo vegetal, en este tipo de alimentación se consume la miel. Agréguenle el prefijo api- a cualquiera de las clasificaciones anteriores para indicar que también se consume este alimento.
  • Veganismo: Es una práctica que no se limita a los hábitos alimenticios, sino que es un estilo de vida. El vegano, además de ingerir solamente alimentos de origen vegetal, no usa ningún producto que provenga de animales (ropa, zapatos, accesorios...) o en los que un animal haya sido objeto de prueba (cosméticos, champús, fijadores para el cabello...).
Cabe mencionar que también hay otras clasificaciones relacionadas, las cuales no menciono porque tienen que ver más con la forma de preparar los alimentos o porque van implícitos de alguna forma en otra clasificación. Sin embargo, son los términos básicos para poder entender lo relacionado al tema.

Así que, señores, si ustedes son de los que se autonombran "vegetarianos" sólo por no comer carne roja, no lo hagan porque no lo son. Basta con simplemente decir: "No consumo carne roja". Y ya. Además, olvídense de las modas (por lo menos de la que tiene que ver con el tema central de esta publicación) que, además de terminarse rápido, cualquiera que se adhiere a una causa sin conocer los pormenores de ésta, queda como un idiota ante los ojos de los demás y, eso, lo sabemos, no es lo que están buscando comunicar.

Espero que esto haya resultado de ayuda. Ojalá y con el tiempo exista más gente vegetariana por conocimiento y convicción y no falsos vegetarianos que se autoetiquetaron porque "estaba de moda".

viernes, 19 de junio de 2015

Bienvenido a "Reflexiones de Pony Rosas"

 
Hola.
 
Llámenme Pony Rosas. Tengo 29 años y muchas ideas en la cabeza, las cuales ya iré expresando por aquí si es que llego a conseguir lectores.
 
Aclaro que lo que será publicado aquí son las reflexiones de un hombre gay, de ideas veganas, animalista, coleccionista y demás características que podrían resultar incómodas (quizá radicales) para ciertas personas. Por lo tanto, si eres o crees ser así, evita leerme, así nos ahorraremos "conflictos" mutuamente.
 
Destaco que, en todo caso, lo manifestado aquí no dejará de ser la opinión de un simple ciudadano del mundo y jamás deberá ser tomado como verdad universal (¡que el universo me libre de ello!).
 
Así que ya lo sabes, si quieres entretenerte un rato, entra aquí. Quizá podamos compartir experiencias que nos enriquezcan o que, mínimamente, nos diviertan.