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lunes, 14 de septiembre de 2015

Un cuento llamado "Independencia".



En un cercano lugar, habitaban diferentes grupos de personas dedicadas al trabajo y a la adoración de sus dioses. Practicaban la agricultura y la ganadería. Algunos de ellos intercambiaban productos. Sus costumbres y tradiciones se habían transmitido de generación en generación y así continuaban. A pesar de algunos conflictos entre ciertos grupos, la vida en general era buena y no necesitaban demasiado para poder vivir bien. En cada grupo, cada integrante desempeñaba una importante labor de acuerdo a su edad y sexo.
 
Hubo un día, en que llegaron extranjeros a sus tierras. En esa enferma ansiedad del hombre por expandir su territorio y sus riquezas, los extranjeros saquearon el lugar, mataron, explotaron... Todo en nombre de "Dios" y de "Su Majestad".
 
Muchos años después, las generaciones descendientes de los nativos, así como los esclavos traídos de otras tierras y los descendientes de las razas producto de las uniones entre ellos, aún seguían sufriendo la opresión de un sistema impuesto, nunca aceptado, nunca buscado.

Todos los nacidos en el lugar eran considerados inferiores y habían tenido que resignarse a ser vistos de esa forma. No gozaban de los mismos privilegios que los extranjeros y que la "realeza". Muchos habían nacido y perecido bajo ese tipo de vida, sin conocer ninguna otra, sin tener tampoco opción de elegir.

No fue sino hasta mucho tiempo después cuando un pequeño grupo se atrevió a levantarse en contra de ese sistema opresor, apoyado por el pueblo en general. Cada grupo (y cada individuo perteneciente) podría haber tenido intenciones diferentes entre sí (incluso si no las mencionaron abiertamente unos a otros), sin embargo, el fin era común: Derrotar a un gobierno explotador, represivo, abusivo...

A más de 200 años, la realidad que vivimos en este país no es muy distinta. De hecho, nunca lo ha sido. El cuento se ha reciclado con mucha frecuencia. Hemos pasado por muchas etapas de aparente estabilidad social, económica, política, etc., pero nunca ha faltado esa incómoda verdad que sale a la luz: Estamos igual o peor. Nada ha cambiado. Todo es simulación o una imagen que a unos cuantos les conviene que la gente tenga.

Mientras tanto, la sociedad es mutilada día a día. Desde hace décadas, hemos ido perdiendo poco a poco todo eso a lo que de verdad tenemos derecho, por el simple hecho de ser humanos (primero) y ciudadanos de un país que se autodenomina República Democrática, Representativa y Federal (después). Han intentado hacernos creer que estamos mejor que antes, que siempre hemos avanzado, que eso que nos están quitando sólo está siendo sustituido por algo "mejor"... Y es el cuento de nunca acabar en nuestro México. No hay necesidad de seguir enumerando algunos (o muchos) ejemplos.

Lo irónico es que, año tras año, nunca falta el patriótico que hace acto de presencia en el famoso "Grito de Independencia". Uno de los festejos más hipócritas por parte de los que nos gobiernan. Primeramente, porque no se puede festejar un aniversario de algo que en realidad nunca ha existido y cuyos logros no trascienden más allá del papel. Segundo, porque al hacerlo están pisoteando la sangre derramada de aquellos que se sacrificaron en el intento y al pueblo mismo, al que le deben rendir cuentas y no exprimirle más los ya paupérrimos bolsillos.

Esas personas que creen que por asistir a dicho evento no tiene como consecuencia el perjuicio, se equivocan. Su sola presencia hace que al año siguiente, el mismo o diferente individuo de alta hipocresía asome por el balcón presidencial y grite con falsa emotividad: "¡Viva México! ¡Vivan los héroes que nos dieron patria!", mientras descubren que pueden continuar haciendo de las suyas con la menor de las preocupaciones y el mayor de los descaros.

He escuchado o leído infinidad de veces a personas que dicen que no importa quiénes nos gobiernen, que el cambio está en uno mismo. A mí me parece que tienen razón. Si soy un buen ciudadano, si hago lo correcto, practico los valores, no robo, respeto las leyes de tránsito, hago bien mi trabajo, etc., voy a darle (una pizca de) progreso a mi país. Y, a su vez, estas personas se equivocan. Porque no es suficiente. Ha habido grandes mártires ya no sólo en este país, sino en el mundo, y ambos continúan igual (o peor) que antes.

¿Qué opina este simple mortal? Que, efectivamente, el cambio está en uno mismo, pero como pueblo, como sociedad. Porque así seamos muchísimos, nos afecta de la misma forma el abuso, la corrupción, la explotación, la pobreza... Pero, tal cual lo dije, somos millones contra unos cuantos. Si nos unimos, podemos hacer grandes cambios. Claro, si hacemos lo que nos corresponde, si nosotros mismos no nos corrompemos en esta unión, en este proceso. Si nos quitamos de encima el conformismo, la apatía... Si exigimos lo que nos toca y queremos recuperar nuestra dignidad.

Opino que debemos comenzar ya. Todos juntos. Desde las acciones más pequeñas, hasta las que impacten de forma más drástica.

O por lo menos, comenzar a replanteárnoslo. Por lo pronto, concluyo que nunca ha habido ni hay ahora nada que festejar.